Si Roma y Nápoles son ciudades con sabor rancio, en Palermo se acentúa aún más, siendo el máximo exponente de la Italia profunda. En Palermo es como si el tiempo se hubiera paralizado. La ciudad es todo un decorado del cine de Fellini y Visconti.
Pequeñas capillas incrustadas en paredes desconchadas y húmedas, dan testimonio de un fervor católico.
Juan Ruiz Ibáñez
Óleo sobre tela. 100 x 65 cms
Óleo sobre tela. 100 x 65 cms
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